«La obligatoriedad es un primer paso valioso, pero incompleto»Vigente
29 julio 2018Compartir por email
Adelantar la escolarización a edades tempranas no resuelve necesariamente los problemas de calidad en primaria y secundaria. Hace ya varios años que a esta visión mágica la hemos denominado «fuga hacia atrás»: una decisión político-educativa muy precaria e incompleta que insiste en escaparse a los primeros años de vida de los chicos sin advertir que el nivel inicial potencia su capacidad de aprender y el capital cultural de sus familias solo si la oferta es inclusiva y de alta calidad. Solo ahí se evidencian mejoras en los sectores sociales más vulnerables.
Si la calidad no está asegurada ni en el jardín de infantes ni después, ¿cómo podríamos pretender que la asistencia al jardín resuelva los problemas que no resuelven la primaria ni la secundaria? La inclusión de los más pequeños no garantiza por sí misma buenos resultados en los futuros aprendizajes.
Esta situación debe recordarnos que la educación no puede sobreponerse autónomamente a las peores condiciones sociales. Es decir, es mucho lo que la escuela puede brindar si incluye con alta calidad, pero no va a resolver en forma definitiva los déficits que dejan las condiciones socioeconómicas más brutales.
Los pobres resultados en los aprendizajes en primaria o en secundaria de muchos chicos pobres que concurrieron al jardín de infantes no implican que la asistencia de esos chicos al nivel inicial haya sido en vano.
Otros saberes
Las instituciones educativas trasmiten también muchos otros saberes que las pruebas estandarizadas como Aprender no captan: hábitos personales, relaciones grupales, capacidad de ponerse en el lugar de otro, construcción de categorías témporo-espaciales, identidades locales y nacionales, conocimiento de reglas y límites, disfrute lúdico, etc.
Por lo tanto, la obligatoriedad del nivel inicial o el construir jardines de infantes es apenas un primer paso. La calidad, garantizada por los proyectos institucionales, la profesionalidad docente y la estrategia pedagógica importan tanto como la inclusión. Pasar tiempo en un jardín (o en instituciones que ni siquiera son escolares y que solo cuidan a los niños) es apenas un primer paso valioso pero muy incompleto.
*Por Mariano Narodowski, para La Nación del 17 de julio de 2018. El autor es profesor de la Universidad Torcuato Di Tella