Las formas son de los varones; los derechos, nuestrosVigente

25 noviembre 2019
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Lo dijo en público un ministro de la Nación: «La resolución se va a derogar y esto tiene que ver con una cuestión de forma y de cómo se toman las decisiones en un gobierno. No tiene que ver con una valoración sobre el contenido ni sobre la persona de [el secretario de salud] Adolfo Rubinstein, sino con el hecho de que no haya consultado este tema con el presidente». Era el epílogo de uno de los papelones más grandes y metafóricos de los últimos días del gobierno de Mauricio Macri, el presidente que habilitó el debate del aborto legal en la Argentina y que se irá, sin embargo, besando pañuelos «pro vida» y como uno de los principales detractores de los derechos de las mujeres.

Escribo llena de rabia y desilusión. En la mañana del miércoles, feministas de todo el arco político despertamos eufóricas. En el país que nos hizo arañar el milagro de la legalización para después verlo dilatarse en el premio consuelo de la «despenalización social», asomaba de pronto un protocolo que nos dejaba de nuevo a un paso apenas formal de la ley. El funcionario a cargo de la devaluada cartera de Salud había logrado publicar en el Boletín Oficial un histórico protocolo para la Interrupción Legal del Embarazo (ILE), que pasaba en limpio los corolarios del fallo F.A.L. para todas las provincias del país. Varios dicen en off que Rubinstein -un acérrimo defensor de los derechos de las mujeres entendidos como una cuestión de salud pública, cuyas posturas quedaron claras en su exposición en el Senado durante el debate en 2018, tenía el aval del gobierno nacional para avanzar en la publicación del protocolo desde antes de las elecciones. «No volví a preguntar, pero ya me habían dicho que sí», habría dicho el secretario, ahora castigado por ese permiso que supuestamente no volvió a pedir, aunque la resolución llevara la firma del Secretario Legal y Técnico de Gobierno. Es decir: alguien sí vio -o no vio, pero igual firmó- sus contenidos.

Es el patriarcado el que volvió a meter la cola en la política argentina con las idas y vueltas del miércoles y jueves -que terminaron con la derogación del protocolo-, para revelarse finalmente como un monstruo torpe e irracional que parece dejar bastante en claro que importan más las formas que las mujeres muertas, que a los que mandan (por breve que sea el tiempo que les quede al mando) les preocupa más quién dijo primero qué y quién pasó por alto qué aviso.

Ni siquiera hablemos de sensibilidad: ¿no es torpe que, incluso en un gobierno al que le queda menos de un mes en ejercicio y podría haber llevado el agua para su propio molino, mientras al presidente electo le sale tan barato erigirse en paladín de los derechos, le importe más medirse con otros que las vidas de las chiquitas a las que obligan a parir en el norte o las de las mujeres que siguen exponiéndose a la violencia feroz de la clandestinidad?

Como sea, la decisión termina siendo de tres hombres y una señora preocupada por las formas y, entonces, de nuevo queda claro que a nadie le interesa la forma de lo clandestino, ni del dolor, ni de la muerte. Ni siquiera les importa la estrategia. No importan las mujeres, sino cumplir las reglas técnicas de un rey sin corona, aun a expensas de los papelones.

Mujeres de todo el arco político vamos a marchar el lunes a las 17, Día de la Eliminación de las Violencias, porque quizá no haya nada más simbólico que las formas y la técnica puestas por encima de nuestros derechos. ¿Y si fuera cierto que la resolución iba a entrar por la ventana?

En un país en donde la política sigue siendo tan patriarcal que nuestros representantes se siguen midiendo los atributos puertas adentro, hasta en el baño, y hasta el último día en funciones, por encima de las posibilidades de hacernos algún bien, es evidente que las mujeres sólo podemos confiar en que se legisle a nuestro favor desentendiendo esas formas, que aún hoy siguen siendo las de los varones.

Lo decía Simone de Beauvoir en 1949 y permanece vigente: «Este mundo que siempre ha pertenecido a los hombres conserva todavía la fisonomía que le han dado ellos».

Por Mercedes Funes, para La Nación del 23 de noviembre de 2019