Vínculos y emociones en la educación en cuarentena. Entrevista a Miguel Espeche. Boletín de novedades educativas N° 110

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En este boletín entrevistamos al psicólogo y psicoterapeuta Miguel Espeche, Coordinador General del Programa de Salud Mental Barrial del Hospital Pirovano de CABA, con quien buscamos orientaciones para analizar las relaciones vinculares y las emociones en el contexto de la convivencia en cuarentena, y en las relaciones de enseñanza aprendizaje.

 

 

Podcast de la entrevista completa:

Un resumen de la entrevista:

-FL:- En la cuarentena se da la situación en que los diferentes ámbitos de los integrantes de una familia conviven en un mismo espacio. Hay una dificultad ahí porque no tenemos el hábito de poder diferenciar claramente los diversos ámbitos que a veces conviven en un mismo  espacio y tiempo, porque corresponden a las actividades de cada persona de la casa. Por ejemplo, el padre tiene que trabajar, el chico estudia, la madre también tiene que trabajar y a su vez hacerse cargo de parte de las tareas de la casa. Eso genera tensiones. ¿Que orientación podrías brindar para poder trabajar esa cuestión?      

-ME:- Lo que noto es que hay que tener una mirada generosa sobre la situación y partir de la base que está bien lo que uno está haciendo. Es decir, nosotros cuando nacemos ya sabemos que la vida va a traer problemas, y ahora nos ha traído un problema que es el coronavirus y la cuarentena. Frente a estos problemas vamos generando recursos para poder atravesar la coyuntura. Uno de esos recursos es la angustia. La angustia, que es vista como el cuco, en realidad es un elemento de la salud, no de la enfermedad. La angustia es una energía condensada, como si fuera una fuerza que va atravesando un conducto estrecho que a uno le aprieta el pecho. Uno está angustiado porque está como apretado frente a una situación de dificultad. Es un fenómeno de energía psíquica.  Es decir, que nosotros estemos angustiados es que estamos con una fuerza que le cuesta atravesar el momento, pero es una fuerza al fin. Entonces es lógico, natural que vivamos con angustia esta situación, y a partir de la angustia vamos generando recursos, mejores o peores. Posiblemente al comienzo de la cuarentena el escenario era de una manera. Después mucha gente se fue organizando, entendiendo lo que estaba pasando. Y uno de los elementos más angustiosos, y que más dificultades planteó, fue el hecho de que todos en la casa estuvieran con sus actividades superpuestas; por ejemplo, mientras los hijos estudian los padres están trabajando y tienen que hacer silencio. Entonces se plantea el problema de cómo complementar una labor con otra labor, y así se da el tironeo que los padres sienten por tener que estar cuidando a los chicos, y a su vez haciéndoles entender que ellos están trabajando. Cuando antes, por ejemplo, los chicos al decir “papá o mamá están trabajando”, significaba que se habían ido de la casa a otro lugar. Pero ahora el trabajo se está produciendo ahí. Particularmente a los más chicos les cuesta mucho ver a mamá o papá ahí y que les digan “no, ahora no te puedo atender porque estoy trabajando”, sea con la computadora, los papeles o lo que fuera. Ese tipo de dificultades se atraviesan como se puede. La fórmula mágica es “como se puede”. No hay una manera perfecta, impoluta, y peinadita de atravesar este tipo de dificultades. Con el tiempo, se van acomodando y los chicos van entendiendo.  Y todo sobre la base de que esta es una cuestión que se extiende mucho en el tiempo y va a demorar todo hasta que venga la vacuna y se reacomoden las cosas. Van a pasar largos meses. Pero la idea es que esto no sea para siempre. Esto lo tenemos que señalar siempre con bastante énfasis, ya que más allá de que esto se demore, no es para siempre y entonces en algún momento volveremos a un tipo de normalidad en donde la calle no sea una zona peligrosa en el sentido viral del término, y que podamos tener una vida más normal, volver a la escuela, abrazarnos y demás. Pero por ahora hay que bancarse esta coyuntura. Y lo digo así con cierta crudeza porque uno de los elementos que más daño está haciendo paradojalmente es la sensación de que no debiéramos sentir lo que estamos sintiendo, y que no nos da el cuero para soportar cierto sufrimiento psíquico. El otro día estaba leyendo un texto de psicólogos norteamericanos que decían que su tarea, y lo decían casi risueñamente, o que nuestra tarea es hacer ver a la gente que es capaz de soportar esta situación. Que tienen los recursos. Porque mucha gente cree que no los tiene y sin embargo los tiene. Yo suscribo a eso que a veces uno cree que no va a poder y sin embargo va pudiendo, porque tenemos mucha más fuerza, capacidad y resiliencia de la que creemos tener, y desde ahí la cosa se hace un poquito más holgada y ventilada. Y no sufrimos inútilmente. No es que no sufrimos, pero no sufrimos inútilmente.

-FL:- Mencionaste, implícitamente, al miedo de salir a la calle y el peligro que eso puede implicar, como una representación que puede estar orbitando en la mente y las emociones de todos. Pero también mencionaste la resiliencia.  ¿Cuáles te parecen que pueden ser las marcas o aprendizajes que puede dejar la pandemia? Porque tal vez no impliquen un cambio en su totalidad, pero sí que haya aspectos que de alguna manera cambien, y cuando salgamos no seamos los mismos en esos aspectos.

 -ME:- Posiblemente no seamos los mismos y uno de los grandes desafíos, que ya estaba siendo un desafío gigantesco desde antes, es que no nos transformemos en una cultura, una civilización basada en el miedo. El miedo es un elemento que nos notifica de un peligro. Pero después, si se queda a vivir en nuestra alma, nos va degradando. Nos va transformando en cobardes.  El miedo nos avisa, y a partir del miedo vemos el peligro, por ejemplo en este caso la infección, y obramos en consecuencia por medio de la prudencia, el uso de las medidas de higiene y el respeto de la distancia social. Todos instrumentos que no requieren del miedo para utilizarlos. Sin embargo como el virus es un elemento que no podemos ver a simple vista, muchas personas, y en realidad diría que prácticamente todos, estamos con una sensación de que el mundo es hostil y que quienes antes eran  prójimos a quienes incluso podíamos abrazar, y querer mucho, hoy pueden ser vectores de algo que nos haga mal. Esa especie de reflejo que se nos está generando, de ser más reactivos con el otro, aún cuando venga la vacuna vamos a demorar mucho tiempo en dejarlo atrás. Pero el asunto es no dejarse dominar por el miedo, porque después del miedo vienen otras virtudes mucho más eficaces. Como la valentía, la prudencia, la paciencia y la templanza. Son instrumentos psicológicos, y espirituales si se quiere verlos también desde esa dimensión, que nos dan la fuerza y la inteligencia como para paso a paso ir saliendo de esta coyuntura difícil.

-FL:- Mencionaste una serie de virtudes que tienen que ver también con la experiencia de un adulto para poder identificarlas e ir hacia ellas o desarrollarlas y lograr que esten en mayor o menor grado presentes en cada uno. ¿Qué pasa con los más chiquitos, que se están formando en parte en esta situación? Pienso en los chiquitos que de repente estaban o están en primer grado, o incluso los adolescentes que están viviendo el cambio de pasar del primario a la secundaria. Ellos se están formando y aprendiendo en esta situación, y están formando su personalidad. ¿Qué orientaciones le darías a los padres, que también pueden ser docentes, para trabajar esas virtudes que mencionabas en función de no vivir en un estado permanente de miedo que nos deje marcas?

-ME:- El ser humano se ha caracterizado por, en definitiva, sacar provecho de las peores calamidades. La ciencia ha nacido, justamente, de las heridas, de nuestros dolores y de la curiosidad respecto a cómo solucionar problemas. Es imposible no educar. La educación es eso que se produce en la vida de un niño. No necesariamente en el colegio, ni por medio de palabras afiánzales que se pronuncien, sino lo que el chico va aprendiendo de la vida. Las materias que hoy están transitando todos los chicos y grandes son la materia paciencia y la materia prioridad. Por ejemplo, dentro del orden de prioridades, priorizamos a nuestros afectos, las cuestiones más importantes para nuestra vida, y también la idea de que a veces perdemos cosas. Pero sin embargo eso no nos quiebra. Entonces en ese sentido, obviamente desde el plano estrictamente escolar y académico de los tiempos va haber un atraso. Los contenidos no van a ser enseñados como lo hubieran sido sin una cuarentena. Va haber un montón de cosas que no van a ser enseñadas como hubiéramos querido que sean. Entonces, los chicos van aprender que las cosas a veces no son como hubiéramos querido que sean, pero sin embargo aquí estamos y seguimos caminando. Eso es lo que los chicos pueden aprender en esta coyuntura, que no es poco. Porque si hay algo de lo que, en general, estábamos preocupados muchos psicólogos y educadores era por la bajísima tolerancia a la frustración que estaban teniendo los niños y adolescentes, y eso es algo que los hacía más frágiles frente a los avatares de la vida. Esta situación, que uno no hubiera querido que ocurra, seguramente va a templar y va hacer que los chicos sepan cuánto son capaces de soportar y cuánta paciencia van a tener. Y eso los va ayudar a madurar. En las guerras, los estudios que fueron llevados a cabo respecto a las conductas de los chicos y de los padres, se ha observado que los niños cuando miran los rostros de sus padres, y ven rostros desencajados y aterrorizados, se aterrorizan ellos y se desestructuran psicológicamente. Pero aún en las situaciones más difíciles, cuando los chicos miran a los padres y ven que el padre o la madre están en eje y se mantienen con algún nivel de serenidad, ellos se serenan más allá de lo difícil que sea la situación. Por eso digo que los chicos van a estar bien si son queridos, contenidos y conducidos. Después lo otro se va arreglando, ¿se entiende? Hay que mantener un eje de serenidad y de confianza en la vida en su conjunto y no ver a los chicos como seres de cristal, porque no son de cristal. Nosotros no somos de cristal. Esta es una manera de no sentirnos tan vulnerables frente a esta situación Nosotros también aportamos recursos, no somos nada más que víctimas de esta situación, sino que también jugamos el partido. Cuando en el fútbol se dice que el rival también juega, si nosotros somos el rival del virus, jugamos también y tenemos cosas que aportar, aunque por ahí haya dificultades inesperadas que no hubiéramos querido tener.

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